



Una reforma integral en Bilbao para quien valora la pausa, la experiencia y la belleza que crece con el tiempo CIRO no está pensado para impactar, sino para perdurar.
Es una casa que se ofrece como refugio, que protege sin aislar, que abraza sin sofocar. Su elegancia no viene del exceso, sino de la precisión. Del dominio del vacío. De la confianza en que la materia, cuando es bien elegida y mejor colocada, puede hablar por sí misma.
Es una casa que se ofrece como refugio, que protege sin aislar, que abraza sin sofocar. Su elegancia no viene del exceso, sino de la precisión. Del dominio del vacío. De la confianza en que la materia, cuando es bien elegida y mejor colocada, puede hablar por sí misma.
Materiales nobles y tonos sobrios: la elegancia como lenguaje
CIRO es para quien sabe mirar. Para quien habita con intención.
Una vivienda que no necesita artificios para transmitir su fuerza.
La arquitectura interior se despliega con sobriedad, apostando por materiales con alma y geometrías suaves que envuelven sin imponer. Las texturas naturales, como la madera oscura, el mármol veteado o los tejidos crudos, construyen un relato sereno, donde cada elemento tiene algo que decir.
Aquí, la materia no solo configura el espacio: lo define.
Cada decisión proyectual responde a una búsqueda de equilibrio entre lo funcional y lo emocional. El resultado es un hogar con presencia, pensado para quienes valoran el paso del tiempo, el tacto honesto de los materiales y la belleza que no se agota a simple vista.
Desde el inicio, el proyecto se concibió como una arquitectura interior que honra el tiempo: el tiempo que deja huella, que otorga perspectiva, que exige cuidado. Todo en CIRO responde a ese pulso lento y consciente: las curvas arquitectónicas suavizan los encuentros, los materiales nobles envejecen con belleza, y la luz —siempre presente— se desliza sin prisa por cada superficie.

MATERIA CON VOZ PROPIA
El corazón operativo de la vivienda es una cocina contenida y envolvente.
Se organiza en torno a una isla curva que funciona como pieza central: no solo resuelve lo práctico, también sostiene el gesto estético. El mármol veteado, con sutiles trazas verdes, aporta carácter sin estridencia, mientras los muebles de líneas limpias y tiradores ocultos refuerzan la sensación de orden y calma.
La composición es simétrica, contenida, casi arquitectónica: las columnas laterales enmarcan el espacio y lo hacen sentir integrado, como un bloque hecho a medida para la vida cotidiana.

Frente a una gran pieza de arte en tonos tierra de Teresa J Cuevas, el comedor se convierte en un núcleo visual y simbólico.
La mesa de piedra, con estructura central, preside una zona rodeada de luz natural y de vegetación interior. Las sillas, de estructura rotunda y tapizado cálido, aportan textura y peso visual al conjunto.
Es un lugar para comer, sí, pero también para detenerse, mirar, conversar, habitar con plenitud.



Cada volumen habla con firmeza; cada material —mármol, madera, tejido— aporta densidad y significado. Nada sobra, nada interrumpe. Todo ha sido pensado con rigor y sensibilidad, desde la curva del techo hasta la textura de una puerta.
Proyecto en curso